En lo corrido del 2025, las búsquedas relacionadas con ayuda psicológica en línea han aumentado un 41%, de acuerdo con cifras de la Secretaría Distrital de Salud.
Tendencia, que se intensificó desde la pandemia, revela la necesidad urgente de encontrar alternativas de acompañamiento emocional que sean accesibles, inmediatas y confiables. Este nuevo escenario ha generado interés, la inteligencia artificial ha empezado a resonar como una herramienta importante, especialmente a través de asistentes virtuales y plataformas que automatizan parte de la experiencia terapéutica.
A nivel global, según la consultora Mordor Intelligence, el mercado de aplicaciones de salud mental alcanzó los 7.09 mil millones de dólares para 2024 y se prevé que llegue a los 15.42 mil millones para 2029. Pero, frente a este crecimiento, surge la pregunta ¿Hasta qué punto
pueden estos desarrollos reemplazar o complementar el vínculo humano que implica la atención psicológica?
Desde “chatbots” que guían a los usuarios hasta plataformas que ofrecen seguimiento emocional personalizado, el uso de la inteligencia artificial en salud mental ya es una realidad. Herramientas de información multipropósito como Chat GPT, y otras diseñadas específicamente para el ámbito médico, como NOA notes, son prueba de cómo la tecnología puede convertirse en una puerta de entrada a procesos
más profundos. Estas soluciones permiten identificar síntomas, organizar citas y brindar un acompañamiento inicial a quienes aún no se atreven a dar el primer paso hacia una consulta profesional.
“NOA notes no busca reemplazar al profesional de la salud, sino liberarlo de tareas repetitivas para que pueda enfocarse en lo más importante: el bienestar del paciente. En el contexto de la salud mental, esto significa tener más tiempo y presencia real durante la consulta. La inteligencia artificial puede ser una gran aliada si se usa con responsabilidad y siempre bajo el criterio humano”, afirmó Laura Anzola, Project Manager de Doctoralia Colombia, al ser consultada sobre el rol de la IA en el trabajo clínico.
Este nuevo escenario ha generado interés tanto en pacientes como en profesionales de la salud mental. Por un lado, quienes buscan ayuda, valoran la disponibilidad inmediata y la facilidad de uso. Por el otro, los expertos reconocen que estas tecnologías pueden ayudar a
descongestionar servicios, brindar herramientas de apoyo entre sesiones y hacer seguimiento a tratamientos.
Beneficios y riesgos
Las ventajas de estas herramientas son claras. Permiten que más personas accedan a información, orientación y primeros auxilios psicológicos. También pueden reducir barreras geográficas o económicas y ofrecer respuestas inmediatas cuando más se necesitan. No obstante, es importante reconocer que su uso debe estar acompañado de criterios éticos y supervisión profesional. Aunque la inteligencia artificial puede apoyar el proceso terapéutico, no sustituye el juicio clínico ni la capacidad empática de un especialista. Sin un acompañamiento adecuado, existe el riesgo de malinterpretar síntomas o de recibir orientación que no responda de manera suficiente a situaciones de alta vulnerabilidad.
Natalia Sabogal, psicóloga y cofundadora de la ONG Psicología Sin Fronteras, advierte sobre la necesidad de implementar estas herramientas con responsabilidad: “La incorporación de inteligencia artificial en salud mental abre oportunidades, pero también requiere cuidados importantes. Desde la ética, es fundamental garantizar la privacidad de los datos, reducir fallos tecnológicos y definir claramente quién asume la responsabilidad frente a posibles errores. En lo clínico, el mayor desafío es mantener la conexión humana: la empatía, el vínculo y la escucha activa son elementos que ninguna tecnología puede reemplazar. Por eso, la IA debe ser una herramienta de apoyo supervisada, no un sustituto del encuentro terapéutico.”
La inteligencia artificial no es una amenaza ni una solución mágica. Su aplicación en salud mental invita a analizar el cuidado emocional entre lo humano y lo tecnológico. Al encontrar ese equilibrio, se podrá construir sistemas más accesibles, cercanos y alineados con las necesidades reales de las personas.
Para avanzar hacia ese escenario, se necesitan más espacios de diálogo y formación entre los desarrolladores, los profesionales de la salud y los pacientes, que promuevan una adopción informada y consciente de estas herramientas.